Hace un año ascendimos al Aneto por Coronas, una increíble y tranquila ruta para alcanzar el techo del Pirineo. La pena fue que dos de nuestros compañeros no pudieron hacer cima, así que este año tocaba resarcirse. Así que, después de alquilar unos crampones y el material necesario para los que no lo tenían, nos dirigimos a Llanos del Hospital. Hemos quedado allí a las 14 con otro compañero que viene desde Madrid. Estando todos juntos ya y habiendo comido, subimos al autobús que nos acercará hasta la Besurta. El plan es ascender hasta el Portillón Superior, hacer vivac allí y al día siguiente atacar el Aneto.
Ya en la Besurta se empiezan a vislumbrar las cimas y el terreno de alta montaña, con el Pico de la Renclusa destacando al fondo.
El camino de aquí al Refugio de la Renclusa es sencillo y sube cómodo. De manera que en algo menos de 40 minutos llegamos ya a la explanada del refugio, donde reposamos un poco y cargamos las mochilas de agua cogida de la fuente que hay frente a él.
Desde aquí el terreno cambia. Los canchales y los ascensos por pedregales se suceden. A medida que ganamos altura la vista se hace más llamativa, pero la subida es de una cierta exigencia física. Finalmente llegamos a la cresta de los Portillones, a la altura del Portillón Inferior y de su homónimo pico, alcanzando casi los 2.800 metros de altura.
Nos queda poco ya para el Portillón Superior, donde tenemos el acceso al Glaciar de Aneto. No pasaremos de aquí, pues encontramos unas zonas preparadas para vivac donde parece que dormiremos bastante resguardados del viento. Parte del grupo quiere proseguir para dormir más cerca de la cima, pero al final decidimos quedarnos donde estamos. Antes, nos acercamos a la brecha que hay en el Portillón y que nos da acceso al glaciar para echar una mirada.
Mirando al Norte destacan el Pico de la Motañeta y el Pico Salbaguardia.
Y antes de dormir, nos hacemos una sopita con el hornillo y unas salchichas de frankfurt calentitas. No es un menú de 5 tenedores, pero una cenita caliente a casi 2.900 metros de altura ayuda a conciliar el sueño y a recuperar fuerzas mejor.
Así, nos vamos a dormir haciendo un poco de viento y con el cielo más o menos tapado por niebla, y a medida que avanza la noche se va despejando y podemos disfrutar de una incréible visión del cielo estrellado. Y unas horas después llega la mañana, después de una noche menos fría de lo esperado. Observamos el mar de nubes que hay bajo nosotros con las primeras luces.
Y volviendo a asomarnos al Portillón, la visión ha cambiado con respecto a la tarde anterior. Ya no hay niebla y el día se presenta espectacular y despejado. La vista del Glaciar de Aneto es más que destacable, así como la multitud de piedras que salen a la superficie evidenciando el retroceso paulatino del glaciar.
Nos calzamos los crampones pronto, ya que los tenemos. El error es no volvérnoslos a quitar cuando las piedras aparecen a la vista. Siempre hay cosas que aprender... Así que nos retrasamos un poco, pero luego nos ayudan bastante al atravesar la pequeña franja donde la nieve está realmente helada. Durante los primeros tramos la pendiente es bastante moderada, pero poco antes de alcanzar el Collado de Coronas el terreno se yergue y tenemos que avanzar con más tranquilidad.
Cerca de alcanzar el Paso de Mahoma, ya cruzándonos cada vez con más gente, disfrutamos de unas impagables vistas del Macizo de la Maladeta.
Ya sólo queda el último escollo, el Paso de Mahoma, y este año hemos llegado todos.
Hay algún paso un poco aéreo y que impresiona, pero como las presas son muy buenas se pasa bastante bien. Además no es demasiado largo, por lo que casi todo el mundo acaba pasando sin dificultades. El problema, en días como hoy, es más el "tráfico" de gente y cruzarse sin peligro en medio de algún paso delicado.
Así que, pasado esto, nos hacemos la foto de grupo en la cima, aunque en ella nos falta un compañero que ya había descendido por el Paso de Mahoma.
Disfrutamos un ratito de las amplias vistas. No en vano estamos nuevamente en el techo del Pirineo y ahora no creo que volvamos en una temporada, prefiriendo conocer picos nuevos y menos masificados.
Le echamos una mirada a los Ibones de Coronas, que se ven a a la izquierda muy por debajo nuestro.
Y hecho esto, a descender por el camino de ida.
Aún perdiendo área cada año, el Glaciar de Aneto sigue siendo el más grande del Pirineo y digno de admirar con calma.
Salimos del Glaciar, nos quitamos los crampones y llegamos de nuevo al Portillón Superior. Allí recogeremos equipo que habíamos dejado para cargar menos peso, nos tomamos algún alimento energético y de nuevo para abajo.
El descenso que nos queda es quizás la parte más pesada y desagradecida de la excursión: todo el descenso por los canchales interminables hasta retornar al Refugio de la Renclusa.
Un buen rato después llegamos al refugio, donde el camino se suaviza y se desciende de manera mucho más cómoda. Ya en la Besurta, sólo nos queda coger el autobús de retorno a Llanos del Hospital, lo cual no es tarea fácil un 15 de agosto... Así que al final nos toca hacer el viaje de pie, que por suerte no es muy largo ni el terreno es accidentado. Ha sido una gran jornada. Para la siguiente nos espera el Pico de Alba. A ver qué tal...